Médico en problemas II

Por Dr Sergio Ribé.

preocupado

Decía en el artículo anterior, que muchas veces detrás de la aparente causa de concurrencia al consultorio, se puede detectar que el verdadero motivo de consulta de los pacientes es que se encuentran con problemas personales.

Decía también, que es una buena práctica descubrir, cuánto tienen éstos de realidad objetiva y cuanto de posibles evoluciones fantasiosas, que solo se sustentan en creencias propias, pero que suelen pesar como si verdaderamente nos estuvieran ocurriendo.

Que otra buena práctica es no quedarse rumiando con “la historia y las culpas” de lo que está pasando, fundamentalmente si nos consume energía que podría destinarse a la solución del problema. Y que la dimensión de nuestras dificultades varía mucho con los distintos estados de ánimo que estemos atravesando en ese momento.

Ocurre a menudo, que como la sabiduría popular dice, “los problemas se vienen todos juntos”, y a esa asociación de ellos podríamos llamarla “situación problemática”.

Esto nos hace sentir encerrados, preocupados y muchas veces sobrepasados. Y la realidad es que no se puede resolver así, directamente como “situación problemática”(O sea como una nebulosa desorganizada). Hay que desglosarla en cada problema que la compone y trazar un plan para cada uno de ellos. Cuando me refiero a plan, hablo de pequeñas metas progresivas cumplibles; Por ejemplo: Para el problema “Estoy gordo” la solución no puede ser “tengo que adelgazar”. Lo correcto sería: “Esta semana no como pan”.Y hacer así con cada componente de nuestro desorden problemático. También es bueno volcar todo esto en un papel, ya que hace más tangibles a las dificultades, podemos diagramar mejor los planes y nos obliga a que nos sentemos a ocuparnos de nuestra vida. Sí, parece mentira, pero para mucha gente que está acostumbrada a vivir corriendo, se le hace muy difícil poner un freno y lograr, aunque sea por un rato, meditar sobre como le están saliendo las cosas.

Otra situación que suele verse en el consultorio es la de los pacientes que se “eternizan” con los problemas. Hay muchas causas por la que ocurre esto y sería muy largo ensayarlas, aún si solo fueran algunas. Pero si me interesa comentar que en los conflictos, en los que hay que decidir entre dos o más opciones, el lugar más desgastante y enfermante es justamente el “del medio”, el de decidir. Cuando se tomó la decisión y en el peor de los casos no fue la adecuada, haremos el luto por nuestra pérdida y ello nos permitirá continuar. Pero si nos eternizamos en la posición de decisión, no hay piso de donde arrancar y eso demorará nuestra mejoría emocional.

Otras veces pasa que buscamos la solución donde no está y no va a estar. Creo que la historia de “la llave perdida” que cuenta Watzlawick en su libro “El arte de amargarse la vida” es suficientemente clara en esto, por lo que la transcribo textualmente: “Un borracho está buscando con afán bajo un farol. Se acerca un policía y le pregunta qué ha perdido. El hombre responde: «Mi llave.» Ahora son dos los que buscan. Al fin, el policía pregunta al hombre si está seguro de haber perdido la llave precisamente aquí. Éste responde: «No, aquí no, sino allí detrás, pero allí está demasiado oscuro.»”

También es llamativo que las personas cuando atravesamos problemas comunes a nuestra humanidad, no consultemos justamente a los que más saben sobre ellos, es decir a los que ya pasaron o pasan por la misma situación. Dígase : divorciados, desempleados, ciegos, con enfermedades , etc. Un buen ejercicio es acercarse y preguntar:¿Cómo hiciste vos para atravesar este problema?¿Por qué no hacerlo?¿Qué es lo que nos traba?

Y finalmente, aunque el tema es interminable y daría para escribir mucho más, quisiera cerrar esta escueta y simplista visión médica de nuestra vinculación con los problemas, expresando que en muchos casos, es necesario hacerse amigo de nuestras dificultades, aprendiendo a darles el lugar justo que deben ocupar, sabiendo que solo una parte de la vida la dedicamos a resolverlas, y que éste desafío no tiene por que teñir negativamente a la que resta. Al contrario, si logramos el necesario equilibrio, podemos hacer convivir a nuestros problemas con el placer de disfrutar lo bueno de la vida, en la que nadie nos regala nada y en la que día a día le ganamos una batalla.

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