Médico en problemas I.

Por Dr Sergio Ribé.

preocupado

Es habitual que la gente acuda problematizada al consultorio médico y aunque haya un motivo de consulta aparente, la verdadera causa de la visita pase por resolver problemas personales.

En realidad, todos tenemos problemas, es tan inevitable tenerlos como la necesidad de padecerlos para ser felices. Si la contradicción no me falla, es bastante fácil comprender por qué.

Los seres humanos deseamos lo que NO tenemos. Lo que está, ESTÁ. Y con suerte lo valoramos, generalmente más si existe el riesgo de perderlo. En la búsqueda de lo anhelado surgen las dificultades, y cuanto mayores sean, más preciado será el botín. No es que no esté bueno que cada tanto nos regalen algo que nos facilite un poco las cosas, pero es indiscutible que si cuesta, tiene más valor.

Aun a sabiendas de esto, a nadie le gusta tener que pasar por ellas, sobre todo si nos generan la incertidumbre de si seremos capaces de superarlas.

Si analizamos un poco, veremos que todo problema tiene habitualmente un “núcleo”, real, objetivo y definible. Alrededor de éste hay una “zona de fantasía”, variable, subjetiva; compuesta por todas las posibles evoluciones del núcleo del problema (hacia adelante) y por todas las probables cuestiones a las que “les atribuimos” ser el origen del mismo. (Hacia atrás).

La magnitud final de nuestro problema será la suma del núcleo y de la zona de fantasía que lo rodea.

En cuanto al núcleo, se puede decir que si bien puede ocurrir que tenga un origen fantasioso, lo habitual, hablo de personas “normales”, es que se base en un acontecimiento real. La variabilidad de éste radica en los millones de posibles situaciones que podemos enfrentar en la vida.

Ahora bien, el verdadero tema aquí es la zona de fantasía, que multiplica esas posibilidades por un número, nunca menor de dos y generalmente mucho mayor que eso.

El múltiplo de esta operación depende muchísimo de los rasgos de nuestra personalidad y del estado de ánimo del momento.

Una persona, entre comillas normal, que se cae de la bicicleta mientras transita por la calle y se pega en la rodilla (núcleo), seguramente se levantará en forma rápida, evaluará el golpe que se dio en dicha articulación y seguirá viaje. Una persona ansiosa es probable que también se levante rápido, después de haberse asegurado de cuánta gente la está observando, y comience a evaluar, por ejemplo, todo lo que sigue: si se pudo haber fracturado la rodilla, que si se fracturó no podrá trabajar, que sería mejor que le sacaran una radiografía pero no tiene encima el carné de la obra social, por lo que seguramente no se la realizarán, que a Juan le pasó lo mismo y terminó teniendo una infección terrible, que por qué le pasa siempre todo a él o a ella,que esto le ocurre porque anda mal, duerme poco y probablemente se debe haber mareado por algún trastorno que su médico no pudo descubrir, etc. etc. (Todo esto es la zona de fantasía).Siguiendo con la caricatura, el depresivo no se levantará del piso, seguramente llorará por lo desdichado que es y no le importará si alguien lo está mirando. Ya no. Dará por sentado que la rodilla está fracturada, que esa lesión le causará consecuencias catastróficas y que lo que ocurre se lo tiene bien merecido por no haber sido todo lo bueno que los demás esperaban de él o de ella.

Esta sátira trata de mostrar (en forma caricaturesca y simplista) cómo, dependiendo de nuestros rasgos de personalidad, la magnitud de los problemas es muy variable, y que es probable que lo que realmente nos tensione sea la fantasía que hacemos alrededor de ese núcleo problemático. Incluso muchas veces llega a ser como los laberintos de los juegos de pasatiempos, comienza en la caída de la bicicleta y termina quizás (siempre en nuestra mente) en la pérdida del trabajo, en infección, o vaya a saber dónde.

Entonces: un buen ejercicio es que frente a cada situación problemática, uno trate de desglosar cuánto tiene ésta de real y cuánto de “evoluciones fantasiosas”, para, en lo posible, poder detenerlas y minimizar la dimensión final de nuestro problema.

En cuanto a la rumiación fantasiosa (hacia atrás), que generalmente encuentra culpas en nosotros mismos y en los demás sobre lo que nos ocurre, sólo produce un gasto de energía sin razón, que debería dirigirse, en realidad, a resolver nuestro problema. Es necesario salvar acá que el aprendizaje es obviamente necesario, pero no nos ayuda si está cargado con sentimientos negativos de culpabilidad.

Y en cuanto a la influencia del estado de ánimo en el dimensionamiento de los problemas, se entiende fácil si le agregamos emociones a nuestro ejemplo; sencillamente no es lo mismo golpearse esa rodilla el día que perdimos el trabajo que el día que nos sacamos la lotería. El núcleo es igual, pero el resto cambia totalmente. ¿O no?

A esta altura, seguramente, ustedes se preguntarán sobre qué hace un médico tocando esta temática. Y yo realmente también me pregunto por qué los pacientes de hoy nos consultan cada vez más sobre estos temas. Pero como esto no es un consultorio y el artículo se está haciendo largo, dejo para el próximo encuentro algunas cosas más sobre cómo las personas nos vinculamos con nuestros problemas y sobre todo cómo podemos hacer para enfrentarlos.

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